Nos acostumbramos a pensar siempre en términos de "yo me esfuerzo por...", o "yo hago lo posible por...", "yo pienso que...", etc. ¿Quién es en el mundo? "Yo soy el que soy" según la expresión bíblica.
Es muy reveladora esa expresión de la Torah. Moisés sube hasta la cima del Sinaí y Dios se le revela en esos términos "yo soy el que soy". Lamentablemente esa respuesta se ha tenido por verdadera incluso por quienes dicen ser ateos, agnósticos, anti-cristianos, etc.
Cabe preguntarse ¿quién es en el mundo? No soy siempre yo. Ejemplo: cuando voy al teatro actúo como se debe hacer, cuando me baño lo hago como se tiene uno que bañar, cuando manejo lo hago como se debe.... ¿quién es este se?
¿Quién determinó que hay una manera específica para actuar en un teatro, o para bañarse, o para manejar? Yo no fui. Cuando nací ya había teatros, coches, reglas de conducta, etc. Yo aprendí de ver a los demás y por eso me comporto de ese modo. La generación que conocí y que conozco, que son mayores que yo, ellos también heredaron esas formas. Cuando mi abuelo era niño él también actuaba según se acostumbraba. Así que yo no fui, ni fue mi abuelo, ni su abuelo, ni el abuelo de su abuelo, y sin embargo esas formas se mantienen en existencia porque, de una manera u otra, nosotros las mantenemos vivas haciéndolas. El se no es ninguno de nosotros y a la vez somos todos. Siendo todos a la vez, pero ninguno en particular, el se es anónimo.
El asunto es más radical que simplemente "hay muchos convencionalismos". El problema más profundo es el siguiente, si el se es quien "es en el mundo" entonces también es quien define lo que es el "Yo". Cuando nos referimos cotidianamente a "yo hago, yo quiero, yo pienso, yo creo, yo trato", etc., nos referimos a lo que se entiende por el Yo.
Nuestros conceptos más íntimos, tales como el Yo, están pensadas desde el anonimato del se. El se tiene cierta idea sobre el mundo que nosotros absorbemos, dándola por hecho, como verdad o como lo "normal".
Escapemos del se y pensemos libremente. Eso solo es posible si pensamos (o hablamos) desde lo más profundo de nuestro ser, desde aquello que nos es íntimo, desde nuestra propia existencia. Para ello es necesario evitar las fundamentaciones en "lo normal", en "lo científico", en "lo absolutamente verdadero". El pensar libre no es ni matemático ni absolutamente cierto, ¿porqué no es absoluto si es libre del se? Porque la existencia es de lo más inseguro, a veces creemos que nuestra existencia tiene este propósito determinado y después cambiamos y creemos que tiene otro sentido. La verdad de la existencia es una verdad íntima, es cierto, pero también insegura y no es transferible a todo el mundo, habrá quienes sepan algo distinto, y es que cada existencia es diferente. Esto no quiere decir que en el pensar no haya más que habladurías solipsistas donde "esto es verdad para mí y para nadie más", si un pensamiento es profundo entonces resonará con muchas otras existencias, pues aunque cada existencia se desenvuelve de distinta forma, todas las existencias comparten cierta estructura óntica (la finitud, la temporalidad, el arrojamiento, la contingencia, la incertidumbre, etc.)
Para contestarnos la pregunta por quién es en el mundo hay primero que preparar la vía antes de transitarla. Para preparar la vía analicemos primero ¿qué queremos decir cuando preguntamos "quién"? Este quien es impensable sin el dónde. Pareciera que este "quién" y este "mundo" son como el escenario y el actor. Es posible pensar el mundo sin este "quién", basta con imaginar selvas y bosques sin nadie alrededor, pero es impensable un quién sin estar de alguna forma en algún lugar.
Encontramos un primer dato que prepara la vía de la pregunta, no hay quién sin mundo. En esta pregunta el quién se encuentra inserto en el mundo de tal manera que su existencia depende del mundo. Encontramos otro elemento cuando le cuestionamos a esa pregunta por su para qué. ¿Para qué, o porqué, queremos saber quién es en el mundo?
Dicho de otra manera, que hay en el mundo que nos lleve a preguntar quién es en él. La respuesta ya se encuentra prefigurada en la respuesta a la pregunta anterior. El quién como actor que tiene al mundo como su escenario o morada. La palabra "actor" implica actuación, acción o accionar. Preguntamos quién acciona en el mundo, y el para qué preguntarnos de esa pregunta se nos revela através de ese accionar. Es decir, la causa del preguntarnos quién es en el mundo se encuentra en el actuar, en el movimiento. Nos estamos preguntando por el movimiento, pero no es una pregunta cualquiera sobre el movimiento, sino que es una pregunta por saber quién es el responsable del devenir del mundo.
Dentro de la pregunta por el quién que es en el mundo se encuentra una pregunta por la causa por la cual hay cierta clase de movimientos o cambios en el mundo. Vemos movimiento constantemente, gente que va y viene de un lugar a otro, electricidad iluminando casas, bullicio continuo.
Ante la pregunta ¿quién es en el mundo? La respuesta "cotidiana", la que nace sin pensar, la respuesta al nivel del se es: "yo soy, y junto conmigo hay millones de otros "yoes" individuales que interactúan entre sí formando una amplia red de "yoes" a lo largo del espacio y tiempo". Ahora que nos hemos percatado del se podemos desechar esa respuesta. ¿Y si respondemos que el se es en el mundo? El anónimo se es un modo de ser en el mundo, si bien es cierto que cuando me pregunto a mi mismo puedo responder que "cotidianamente" el se es en el mundo, la cotidianidad del se implica que no siempre o no necesariamente es el se. Esa es una dificultad, el segundo argumento se deriva del para qué o porqué de preguntarnos quién es en el mundo. Lo que queremos saber es quién o qué causa que exista tal devenir.
Habría que preguntarnos igualmente ¿qué genera la ilusión del yo? Por un lado sabemos que es porque desde que nacimos todos a nuestro alrededor se contestaban que el yo, pero también existe otro factor que pasa desapercibido cuando ciegamente aceptamos la respuesta del se y es que al ver a las personas vemos que hay actividad. Hemos eliminado ya el "vemos que actúan".
El escepticismo budista no cayó en la trampa de Descartes de "pienso, por lo tanto existo", sino que se mantuvo fiel a su escepticismo y en vez de concebirlo como "pienso" lo concibieron como "hay pensamientos". Ese escepticismo enseña algo que no podemos pasar por alto, y es que al ver a las personas vemos que hay actuación, hay diálogo, hay interacciones entre personas o personas con cosas.
Hay movimiento no es igual a "nosotros nos movemos". Hay fuerzas que interactúan, gravedad con fricción, temperatura con presión atmosférica, pero también, y esto es lo que distinga nuestra pregunta de una pregunta específicamente del cómo del mundo en vez del quién en el mundo, hay fuerzas que distinguen los fenómenos que encontramos cuando hay gente
que cuando vemos junglas y bosques vacíos de personas.
Estas fuerzas en realidad son como cualquier otras, cuando dos personas se juntan a beber café y platicar encontramos la fuerzas de la energía motora (que controla músculos), hay temperatura (corporal y en el café), hay ciertos juegos con el aire que sale de los pulmones atravesando las cuerdas vocales, en fin que todas estas fuerzas las encontramos en cualquier otro lugar de la naturaleza, aunque las encontremos de otras formas.
Las personas están hechas del mismo material que cualquier otra cosa en el cosmos, y sin embargo hay algo que les distingue. Cierto principio que actúa en la materia pero que crea formas que no son puramente materiales. Una conversación profunda es más que las moléculas de los cuerpos que dialogan y el aire que respiran y exhalan. ¿Qué es eso que le distingue? Algo que está abierto al ser de otros seres, su existencia o espíritu.
Este pensar quién es en el mundo da para más, es cierto, pero lo importante del pensar no son los datos que arroja; en esto se diferencia de la ciencia. Lo importante del pensar estriba en la invitación a seguir pensando.
domingo, 1 de febrero de 2009
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