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La siguiente es una historia de amor "El catalizador", ambientada en Mérida Yucatán. No hay muchas historias de amor que sean thelemicas, ésta es una. Tiene una extensión de 34 páginas en Word, por lo tanto la iré publicando por entregas.
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Domingo
Charlie Puc y Ale Pardo el día del huracán
Se levantaron tarde y crudos. Los sucesos del día anterior eran confusos y nebulosos. Ale abandonó su cuarto apenas vestido en bóxers y acompañó a Charlie en su desayuno de cereal.
- ¿Y Gonzalo?
- ¿Quién?
- El rehén.
- Casi me olvidaba.- Dijo Charlie. Se tomó pastillas para el dolor de cabeza y se asomó a la sala.- No estaba en mi cuarto, ¿estaba en el tuyo?
- No, busca en el baño. Seguro está vomitando, sea lo que sea que hicimos ayer me está matando.
- Déjame ver.- Abrió la puerta a empujones y se encontró muerto a Farjat, el agua corriendo y sangre por todo el suelo.- ¡Ale, está muerto!
- ¿Quién?
- El otro rehén, ¿tú qué crees? Se murió.- Ale corrió hacia el baño, se puso pálido y después verde.
- Dios mío.- Corrió al lavabo de la cocina y vomitó.
- Parece que el idiota se cayó… ¿Qué vamos hacer? No puedo ir a prisión, soy demasiado bonito.
- No sé, no sé, no sé.- Ale caminaba en círculos golpeándose la cabeza.- ¿Cómo algo tan fácil puede salir tan mal? Charlie, tienes que pensar en algo. El mundo entero lo está buscando, parecerá que lo matamos. ¿Dónde tienes la carta que escribió?
- No servirá de nada, creerán que lo obligamos. Sólo funcionaba si él nos respaldaba o, al menos, si estaba vivo.- Charlie se vistió y le lanzó ropa a Ale, no quería acercarse al baño.- Muy bien, hay que pensarlo bien. No podemos tener su cadáver aquí, habrá que esconderlo. Primero lo primero, lo envolvemos en la cortina del baño. Lavamos la sangre y lo enterramos en la carretera.
- ¿Y el huracán?- Ale señaló a la ventana, vientos fuertes y lluvia comenzaban a azotar a la ciudad.
- No sé, una cosa a la vez.
Siguieron el plan de Charlie. Ale volvió a vomitar cuando trataron de levantar el cuerpo de Gonzalo Farjat. La cortina no lo tapaba del todo, por lo que Ale sacó sus sábanas para terminar de envolverlo. Limpiar la sangre resultaba algo más difícil. Usaron todas las jergas y toallas que tenían, lavándolas en la bañera.
- Tengo una maleta, ahí metemos todas sus cosas.
- ¿Todo?
- ¿Te quieres quedar con su celular para que la policía te encierre?
- Bueno, bueno, pero su Xbox no tiene identificación.
- Ya lo matamos, ¿quieres robarlo? Eso pensará la policía.
- ¿Tú como sabes lo que pensará la policía?
- Películas, perdóname si no tengo experiencia, pero es mi primero. Quizás en el futuro, cuando tengamos experiencia, podamos robarles con calma.
- Yo me lo quedo, hazle como quieras.- Alguien tocó la puerta, dejándolos helados.- Tenemos que abrir.
- No podemos dejar a Gonzalo en la sala.- Escucharon la voz del comandante y empalidecieron.- Vamos a cargarlo, lo dejamos debajo de tu cama.
- ¡Abran la puerta!
- Voy, voy.- Charlie abrió la puerta y el comandante lo empujó para entrar.- ¿Quiere ver si Gonzalo está aquí?
- Disculpen, pero no puedo dejar que la alerta roja detenga la investigación.- Recorrió la cocina, la sala y le echó una mirada a las habitaciones. Ale seguía empujando el cadáver con el pie.- Disculpen si los desperté.
- No se preocupe, pero es un poco molesto, ¿no tienen pistas todavía?
- Pistas, varias, pero pocas confirmaciones. Su ex novia estaba en casa al momento del secuestro, así lo confirma su padrastro y su laptop, revisamos el registro de la computadora y de su messenger. Me voy, tengan cuidado con el huracán… ¿Están seguros que no son homosexuales?
- Mucho comandante, mucho.
El comandante Soto los dejó, no sin antes mirarlos fijamente. Al ver que el auto se alejaba Charlie y Ale suspiraron aliviados y se sentaron en el sillón. Había estado cerca, muy cerca. Conforme la tormenta empeoraba se ponían más nerviosos. La televisión decía que el huracán había pegado a pocos kilómetros de Progreso como categoría uno. Mérida estaría bajo el huracán en pocas horas. Si querían esconder el cuerpo, tenían que apresurarse. Ocultos en la tormenta escondieron el cadáver en la cajuela, luchando por doblar sus piernas.
La tormenta inundaba las calles. En pleno día era necesario encender las luces altas y guiarse por las luces de los otros autos. Recorrer la colonia les tomó casi media hora, pero las calles comenzaron a vaciarse. La gente pensante no estaba dispuesta a manejar en esas condiciones, pero ellos no estaban pensando, sino sobreviviendo. El viento aullaba con tanta violencia que se colaba por las ventilas de aire acondicionado y por las ventanas. El interior del auto era una vorágine ensordecedora. Charlie estaba perdido, aunque no quería admitirlo. Hacía ya más de media hora que no podía ver los carteles de las calles y había perdido orientación. Pocos edificios se veían en la tormenta. Ninguno de los dos vio al auto que les chocó por atrás. Charlie frenó e hizo lo posible por no derraparse. El auto finalmente se detuvo cuando se golpeó del lado del acompañante. El otro auto también había derrapado, pero había salido ileso. Un hombre corrió hacia ellos, haciendo lo posible por no ahogarse en la tormenta.
- ¿Están todos bien?- El hombre se pegó a la ventana de Charlie, quien la bajó un poco para oírle claramente.- ¿Nadie está herido?
- No, ¿está usted bien?- El extraño se dio media vuelta y regresó corriendo a su auto, para salir disparado.- ¿Qué te parece? Ese tipo está bien loco.
- Charlie, creo que estamos perdidos, ¿porqué no encontramos un refugio?
- ¿Con Gonzalo en la cajuela?- Ale señaló a la tormenta, la cual empezaba a arrastrar techos de lámina y ramas.- Sí, un refugio.
- Pero maneja con cuidado.- Un par de cuadras más adelante Charlie notó que, además de la nula visibilidad, el vidrio trasero estaba oscurecido.
- Espera un segundo.- Se detuvo y salió del auto. La cajuela había sido dañada en el choque, se abrió en algún momento y Gonzalo ya no estaba.
- ¿Qué ocurre?- Ale se bajó y vio lo mismo.- ¡Por el amor de Dios Charlie! Cada vez que manejas pasa algo. Dame las malditas llaves.
- Pero, pero, pero…
- Pero nada, Gonzalo se fue. Olvídalo, nos vamos a matar si seguimos manejando. Voy a orillar el auto y pedimos asilo en alguna casa.
- ¿Y la policía?
- Al demonio, no me quiero morir hoy.- Luego de orillar el auto tocaron las puertas de media docena de casas, hasta que un matrimonio anciano los invitó a pasar. Aguardaron en silencio, preguntándose dónde estaría Gonzalo y qué nuevos desastres estaría provocando.
Domingo
Gabriel Correa y Frida Maité el día del huracán
El huracán Alistar pasaría por Mérida como categoría uno. La alerta estaba en el color rojo. Era demencial salir a la calle, pero no tenía opción. Había llamado al doctor Oleg media docena de veces, pero no contestaba. Gabriel temía lo peor. La puerta estaba cerrada con llave, pero en la lluvia vio una cortina que ondeaba en el jardín delantero, una ventana estaba abierta. Entró a la casa y llamó el nombre del doctor.
La transición del ruido de la tormenta, al silencio de la casa, le parecía dolorosa. Escuchó ruidos en la escalera. Pasos furtivos. Frida le había descrito a Julardo Cortez en cada detalle, y lo reconoció de inmediato. Julardo estaba armado, se dio vuelta y se quedaron pasmados. Gabriel lo vio a él y después el arma. Se tiró al suelo antes de que Julardo disparara. Corría desesperado, una mano en el arma y otra en la caja de Crowley. Gabriel lo persiguió agachándose lo más posible. Julardo batallaba con la puerta de cristal que daba al jardín trasero. Finalmente cedió el cerrojo y la tormenta abrió la puerta contra él. Gabriel aprovechó el momento de confusión para lanzarse sobre él sosteniendo una botella de vino que había adornado la mesa. “Si funcionó ayer, que funcione hoy” pensó antes de golpearlo en la cabeza. La botella se rompió, Julardo dio media vuelta, histérico por completo, pero antes de levantar el arma Gabriel asestó otro par de golpes. El vidrio le cortó el rostro y el brazo. Aullando de dolor soltó el arma y se lanzó al jardín. Gabriel se tiró sobre él para arrebatarle la caja. Con tal de escapar, Julardo se olvidó de su objetivo principal.
Regresó a la casa e intentó cerrar la ventana, pero el viento arrastraba ramas que se estrellaron contra las paredes del comedor, reventando vidrios y tirando cuadros. Subió las escaleras en busca del doctor. Lo encontró en su habitación en un estado plácido e inmóvil. Sus botellas de pastillas estaban abiertas, sin duda lo había envenado. El doctor sostenía en su brazo derecho un ejemplar de “Magia(k) en teoría y práctica” de Aleister Crowley. Gabriel se sentó en la cama y lloró.
- Es un honor haberlo conocido doctor Oleg Vrig, fue usted un maestro.
El libro tenía un separador, lo abrió en la página y contempló las anotaciones de su maestro. Un gran número de pasajes subrayados, otros con comentarios y muchos circulados con un grueso plumón. Había un pasaje en particular que el doctor había marcado en amarillo y subrayado con violencia “La naturaleza de la Ley es el amor”. Gabriel regresó el libro a su lugar, bajo su brazo, sin terminar de asimilar el significado de aquella frase.
Cuando dejó de llorar se levantó y miró a la codiciada caja, sus piezas aún sin ordenar. “Amor es el catalizador de la naturaleza”, eso debía leer. ¿Qué significaba eso? El doctor estaba muerto, dos sociópatas estaban dispuestos a matar por la caja y a matar a Penélope Nanché. No veía dónde estaba el amor en todo el asunto. Buscó por el celular de Frida, ella buscaba a Penélope.
- ¿Frida?
- ¿Quién habla?
- Soy yo, Gabriel Correa. Me salvaste la vida ayer, ¿me recuerdas?
- Ah, claro. ¿Qué ocurre, encontraste a Penélope?
- No, me preocupé por el doctor, lo vine a visitar. Julardo Cortez estuvo aquí, el doctor está muerto.
- Dios mío, pobre hombre.
- Le robé la caja de Crowley. Tenemos que encontrar a esa chica, tu padrastro y ese otro monstruo la van a matar.
- Fui a casa del ex novio, no estaba. Estoy con Noelia y tratamos de averiguar dónde podría estar. Su mamá dice que no ha oído nada de ella, ya buscó en los hospitales y no se ha internado. La última vez que la vio, estaba realmente a punto de dar a luz.
- Dame la dirección y voy para allá.
Noelia finalmente se había preocupado lo suficiente. Frida le dijo que su vida estaba en peligro, de inmediato comenzó a elaborar una red de amigos y conocidos para ubicarla. Sus papás colocaban tablas sobre las ventanas mientras Noelia y Frida hablaban por teléfono y luchaban contra las señales de celulares que en ocasiones se perdían por el clima. La situación era desesperada, la policía no les ayudaría aunque hubiese una seria amenaza a su vida pues estaban en alerta roja y prevenían tragedias por el huracán.
Frida recibió siete llamadas de su padrastro, no las quiso contestar. Sabía que Jorge la mataría, estaba enterada de todo, el santero le habría dicho de su aparición. Podía imaginarlo en aquel macabro templo lanzando huesos de gallinas e invocando a los espíritus. ¿Romino había producido mágicamente su terrible relación codependiente con Gonzalo o había sido una coincidencia? El secuestro de Gonzalo también parecía una coincidencia enorme. La idea de estar predestinada por brujos le daba más miedo que la idea de Jorge Bran ansiando asesinarle.
Cuando llegó Gabriel la familia de Noelia había terminado de preparar la casa y estaban involucrados en la búsqueda. Sin embargo, habían intentado de todo. Habían contactado absolutamente todos sus conocidos en Mérida, a excepción de Patricio Vol, quien había apagado su celular y había salido muy temprano en la mañana. Gabriel preguntó si no era posible que Penélope estuviera con él, pero era imposible, Patricio no la había perdonado y se negaba a verla. Finalmente, la mamá de Noelia tuvo una idea. En la preparatoria Noelia y Penélope habían sido mejores amigas e incluso en la universidad habían sido muy cercanas. En esa época se escribían cartas y notas continuamente. Noelia rescató la caja en la que se encontraban todas sus notas y las examinaron una a una.
- Es desesperado, pero quizás encontremos una que mencione una persona o un lugar sobre la que no habían pensado.
- ¡Soy una estúpida!- Gritó Noelia.- Su primera vez, con Paco en segundo semestre. Lo hicieron en un hotel que se llama el Cortijo, cerca de la prepa uno. Su segunda pareja, Roberto, fue un desgraciado. Creo que trató de abusar con ella o algo así, ya no éramos tan íntimas. Penélope se iba al Cortijo para esconderse, de su mamá, de su pareja o de sus problemas. Se llevaba una mochila que era una maleta, a veces se quedaba dos noches seguidas. Pero eso fue hace años, no sé si lo siga haciendo.
- Algo es algo, vamos Gabriel, yo sé dónde queda.
- No, no, ¿cómo creen que van a salir con el agua así?
- Van a matar a Penélope, no hay duda. No les importa si hay agua.
- Oye, - Dijo Gabriel mientras se acomodaba en el auto de Frida.- ¿crees que pasará un milagro si la caja está con Penélope cuando tenga a su primogénita?
- Creo que será un milagro si la encontramos viva.
- Aún así, por tu carácter no te rendirás, ni siquiera con un huracán. Podríamos decir que estás fatalmente predestinada por tu forma de ser.
- No lo digas.
- Causa y efecto.
- Vuelve a decir eso,-bromeó Frida.- y te saco del auto.
Manejaron despacio y con cuidado, los vientos huracanados aún no tenían la fuerza para obstruir las calles. Por todas partes había ramas, pero aún no levantaba techos, ni piedras, ni tinacos. Cuando llegaron, una hora más tarde, la dueña del hotel estaba despidiendo a los huéspedes. Buscaron a Penélope desde el auto, pero no la encontraron. Frida se bajó del auto para hablar con la dueña, una mujer gorda y vestida en colores pastel.
- ¿Conoce a usted a una Penélope Nanché?- La dueña la dejó seguirla dentro del edificio.- Está embarazada, mucho, difícil perderla de vista.
- Ya despedía a mis clientes, me obligó la policía. No sé quién sea Penélope.
- ¿Entonces no la ha visto?
- No dije eso, dije que no sé quién sea.- Frida no entendió al principio, pero la mujer le señaló con los dedos que quería dinero.
- Dejé mi cartera en el auto, pero por el amor de Dios, su vida está en peligro, ¿la ha visto o no, cuándo se fue o adónde?
- ¿No trae cartera? Qué mala suerte, parece que el destino no quiere que la encuentre.
- ¿Destino?- Le soltó una bofetada que le dolió los huesos de la mano. La mujer casi cae al piso y se alejó aullando de dolor.- No me venga con destino, ni magia, ni causa y efecto, usted me dice dónde encontrarla o le rompo la cara a golpes.
- Está bien, calma, calma. Estaba aquí, se acaba de ir. Cruzó la calle como hacia las prepas.
Le explicó lo ocurrido a Gabriel y comenzaron a buscarla en el auto. Penélope cargaba su vientre a punto de estallar y se ahogaba con las lluvias torrenciales. Al ver que el auto le hacía señas con las luces y que se estacionaba, aceleró el paso para huir de ahí. Frida llamó su nombre y corrió a ella junto con Gabriel, pero Penélope no se detenía. El guardia de la prepa había dejado la reja con el candado sin cerrar y los vientos la habían abierto. Penélope entró buscando refugio en el edificio principal. Subió las escaleras sin detenerse mientras escuchaba su nombre una y otra vez. Era justo como lo había soñado, pero peor pues era real. En su pesadilla la perseguían tres hombres y una mujer y todos morían. Un hombre apuñalaría a su bebé. Parecía tan real que siguió escondida en el hotel, pero ahora se hacía realidad. En el quinto piso sintió calambres y se arrastró como pudo hacia uno de los pocos salones que tenían la puerta abierta.
Gabriel estaba sorprendido de su fuerza, una mujer embarazada que se movía como una leona. Tenía a Frida detrás de él, sufriendo por el cansancio. Quería detenerse para ayudarla, pero temía perder a Penélope. Escuchó sus pasos subiendo la escalera, no podía faltar mucho antes de tener la oportunidad de hablar con ella. Se detuvo para esperar a Frida y, desde el pasamano de la escalera en el tercer piso, reconoció a Jorge Bran y Julardo Cortez. Seguramente habían seguido el auto de Frida, el Hyatt habría sido de los primeros hoteles donde habrían buscado. Frida lo alcanzó y le urgió a seguir subiendo, Penélope había llegado al quinto piso. Gabriel los señaló, estaban subiendo la escalera. No tenía opción, tendrían que subir, ésta vez a punta de pistola y con una sentencia de muerte asegurada.
Domingo
Patricio Vol el día del huracán
Rodrigo había aceptado ser parte del robo, como su chofer de escapada. Habían bromeado durante todo el trayecto. Estacionaron en la parte de atrás. Confirmaron que no había agente de seguridad. Patricio se colocó un pasamontañas y corrió bajo la lluvia hacia la puerta de metal. No habían cambiado la llave. Entró sin hacer ruido, aunque con el rugido de la tormenta. Elsa estaba en el hospital, planeando su despido. El edificio estaba vacío. La contraseña no había cambiado. Varias docenas de miles de pesos en efectivo, así como papeles importantes de la compañía. No contó el dinero, se limitó a meterlo en su cangurera, la cual quedó rebosante de billetes de $200 y $500.
- ¡Somos ricos!- Gritó mientras recorría a Rodrigo hacia el lugar del acompañante.
- Oye, yo quería ser el chofer de escapada.
- ¿Cuál escape? Fue como quitarle un dulce a un bebé.
- ¿Y hay mucho?
- No lo conté, lo traigo todo aquí. Fácil son más de cien mil pesos.- Se encendió el cigarro de la victoria.- Y no te preocupes, tú tendrás tu parte.
- Suena perfecto subcomandante marcos.- Patricio gritó del susto al verse en el espejo, aún traía pasamontañas.
- Gracias por avisarme.
- No tienes que darme nada, no hice nada.
- Tonterías, éste dinero es la venganza absoluta, con él haremos lo inverso de lo que haremos en nuestros respectivos trabajos, cosas como divertirnos.
- Levantarme tarde.
- Viajar. El cielo es el límite.
- Al Capone, su celular está sonando.
- ¿Bueno?- Era su mamá. Sentía ganas de estallar y decirle lo que acababa de hacer, pero se contuvo conformándose con una risa nerviosa.- ¿Qué pasa mamá?
- ¿Porqué no estás en casa?
- Tuve que salir de urgencia, cosas para el huracán. ¿Ustedes están listos?
- Desde ayer, tu padre se puso a colocar maderas, hasta en la puerta de entrada. Nos encerró por un par de horas hasta que los vecinos nos ayudaron a destrabar la puerta. Imagino que no sabes las noticias.
- ¿Cuáles?
- Así eres siempre, vives en tu mundo Patricio. La casa vecina a la tuya que estaba a la venta, le bajaron el precio. Podremos comprarla para ampliar tu casa.
- ¿Se mudó el señor Barrios?
- ¿Qué? No, Patricio despierta. La otra casa, donde vivía tu vecino Rodrigo que te caía tan bien.
- Rodrigo.- Se puso pálido y se estacionó de golpe.
- Puede que este no sea el mejor momento, lo hablamos mañana.
- Eso estaría perfecto.- Miró a Rodrigo fijamente, él le sonrió de regreso.- ¿Rodrigo?
- No me mires a mí, pensé que tú sabías.- El cigarro cayó de su boca y lo apagó nerviosamente.
- Tú no eres real, ¿o sí?
- ¿Por qué no?
- Porque no existes, por eso.
- Detalle sin importancia. Tu frustración no existe, al menos no físicamente. No es un germen que habite en tu organismo, ni es una molécula que flote dentro de tu oficina, y sin embargo es real.
- Sí, bueno eso es distinto.
- ¿Porqué?
- Porque no tengo conversaciones con mi frustración, ni me siento a ver películas malas y beber cerveza.
- Estás haciendo un problema donde no lo hay, soy tu mejor amigo, ¿qué importa si no puedo ir al mercado y comprarte tomates?
- No, no, no, Gina. Ella no es real, ¿no es cierto?
- Ella es muy real, con tan solo pensar en ella vences todos tus miedos. Ayer irradiabas luz como un faro, hoy cometiste robo y te sientes como King Kong.
- Ustedes no existen, el mundo dirá que estoy loco, ustedes no existen en la realidad.
- ¿El mundo? Escúchate por un segundo, ¿qué te importa lo que digan de ti? Pasas la vida sintiéndote como basura, con la absoluta seguridad que el mundo se burla de ti, pero ¿estás dispuesto a abandonar a la mujer de tus sueños y a tu mejor amigo por el mundo? Y más que eso, ¿qué ha hecho la realidad por ti últimamente? En un trabajo sin futuro, rodeado de gente que te ridiculiza abiertamente, con una ex novia confundida que cree que aún te ama y un bebé que no es tuyo. La realidad apesta, ¿y tú le debes favores? Al diablo con ellos Patricio, es hora de ser tu mismo.
- ¿Yo mismo? Yo soy un loco, y no estoy hablando contigo.- Cerró los ojos con fuerza, repitiéndose “tú no eres real” una y otra vez.
- Eso solo sucede en las películas.
- Me engañaste, me hiciste robar el dinero de la oficina… Tengo que devolverlo, es lo único que puedo hacer.
- ¿En serio? Tuviste suerte una vez, ¿crees que tendrás suerte las dos? Si te descubren puedes decirle “mi amigo imaginario me obligó”, que además es mentira. Yo lo mencioné de pasada, no tenía ni idea que tú lo harías.
- Estoy enfermo, esto no es normal, tengo que ir a un psiquiatra, son alucinaciones.
- Lo estás haciendo de nuevo, ¿a quién buscas complacer? Quien quiera que sea, no eres tú. Empieza a preguntarte lo que tú quieres, no lo que la sociedad espera de ti, o lo que tú crees que es la realidad. Ellos no viven tu vida, tú lo haces y, seamos sinceros, tú vida estaba en el excusado. Al menos ahora tienes un mejor amigo y la mujer que siempre has deseado, ¿tirarás todo a la basura para complacer a gente anónima que ni le importas?
- No eres real, pero tiene sentido lo que dices.- Patricio miró su reloj, le daba tiempo de llegar a su cita con Gina.- Veré a Gina, ¿qué importa si no existe? Al carajo con ellos, la amo y eso es lo único que importa.
- Bien dicho.
La tormenta empeoró, pero no cambió su decisión. Vería a Gina, así fuera lo último que hiciera. Cuando la calle se inundó hasta tocar su puerta y la visibilidad se tornó nula se dio cuenta que probablemente sería lo último que haría. Supuso que estaría solo, nadie más se atrevería a desafiar al huracán Alistar. Se equivocó, la lluvia no lo hizo visible hasta que lo tenía demasiado cerca. Le chocó la cajuela y comenzó a derrapar. El otro auto giró fuera de su campo de visión, Patricio reconoció que frenar a fondo sería inútil, por lo que trató de dirigir el auto fuera de peligro. Cuando se detuvo se preocupó por los otros. Salió del auto deseando que nadie estuviera herido, no que le importara, pero entonces no llegaría a su cita.
- ¿Están todos bien?- Corrió hasta pegarse a la ventana del conductor. Eran dos jóvenes, parecían asustados, pero sanos. - ¿Nadie está herido?
- No, ¿está usted bien?- No le interesó contestar, se dio media vuelta y regresó al auto.
Gina la esperaba con un paraguas en la mano que se había doblado. Tomaba refugio en la entrada de una casa. Patricio corrió hacia ella, la abrazó y la besó con todas sus fuerzas. Rodrigo tenía razón, no importaba si existía verdaderamente, porque no había tal cosa como “verdaderamente”, sólo existía lo que era real para él y si su sentimiento de impotencia y frustración había sido real, entonces era momento de sentir el amor de Gina. Subieron al auto entre besos y caricias, Rodrigo le cedió su lugar, y una vez dentro trataron de secarse lo más posible.
- Estamos muy lejos de mi casa,- dijo Gina.- pero podríamos ir a la tuya.
- No hay problema.- Se deleitó con su tono coqueto.
- Odio ser mal trío, pero no esperen que salga y me vaya a casa solito, no traje mi kayak.- No le hicieron caso, estaban muy ocupados acariciándose y susurrando palabras de amor.
- Hueles delicioso, como…
- El árbol de limón que había en tu jardín cuando eras niño.- Completó Gina.
- Mira, ¿ella es la que pienso que es?- Rodrigo se metió entre los dos y señaló.- Bajó la lluvia, aunque no mucho, aún así creo que es ella.
- Es ella.- Dijo Gina.- Es Penélope.
- ¿Y? Seguramente sus amigos se…- De inmediato reconoció que no eran sus amigos. El auto que la seguía se detuvo, comenzaron a perseguirla. Un segundo auto estacionó detrás del primero y dos sujetos bajaron del auto, uno de ellos con un arma.- No es justo. No ahora, todo iba tan bien.
- Patricio, siempre estaremos juntos.
Quería quedarse en el auto, quedarse con ellos. Su cerebro gritaba para que se quedara con ella, pero el resto de su ser ya se estaba bajando del auto. No estaba seguro de lo que pasaría, pero corrió detrás de ellos con la extraña certeza que el huracán lo había arrancado de su vida y le había dejado en una isla desconocida.
domingo, 12 de julio de 2009
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