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thelema en español: Solaris el superheroe thelémico Parte 1

martes, 21 de abril de 2009

Solaris el superheroe thelémico Parte 1

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En ésta ocasión no es un detective, sino un super héroe. Es Superman, pero thelémico. Su aventura se narra en diez capítulos breves, que corresponden a las sephirot, de Malkuth hasta Kether. Los dilemas del super hombre y su humanidad, el tema del tiempo, del karma, el yoga y hasta filosofía Lakota (tribu Siux nativa de Nebraska).

Espero lo disfruten, lo haré por entregas, al igual que la otra historia. Ésta tiene una extensión de 25 páginas en word.

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Malkuth
“Al nacer, lloramos porque entramos en este vasto manicomio."

“Imposible transmitir” Eso es todo lo que dice. Una y otra vez repite “Imposible transmitir” con la voz de Julia. No me molesta en lo absoluto. Estoy escuchándolo, y a la vez estoy en el pasado y en el futuro y justo cuando todo se vuelve más complicado, es cuando todo se vuelve más sencillo.

No sé porqué pienso esto, una narración de mi vida. Debe haber miles de rapsodas que cantan épicas con mi nombre y se ganan su vida exagerando mis logros y mis fracasos. Debe haber miles, o hubieron, o habrán, no lo sé. Aún así, lo pienso. No está siendo anotado, pero hace tiempo que he abandonado toda noción de propósito. Así que, ¿porqué no hacerlo?

Shree Maa era una gurú que tenía su cabaña en lo más profundo de la selva. No, quizás debería empezar por Lois Dibny. Aunque, pensándolo mejor empiezo desde el principio y desde el final. Nací el 39 de Junio de 1938, mis padres Stewart y Miriam Gable me bautizaron con el nombre de Victor Gable. Nací en la granja que mi padre había heredado de su padre en el pueblo de Hurlington, cerca de la reservación Santee. Un año después de mi nacimiento tuvieron a mi hermana Grace y dos años después a Rodney Francis Stewart.

Mi infancia fue perfectamente común. Desde el principio fui un buen estudiante, un hijo obediente y un chico temeroso de Dios. En la iglesia me comportaba como era debido y nunca dije ni una mala palabra. Mis papás nos habían advertido de los negros, no eran de fiar. Algunos de los ayudantes en la granja eran negros, pero teníamos prohibido hablar con ellos. Nos dejaban, sin embargo, jugar con Tim Nube Roja, hijo del capataz de los obreros de mi papá, llamado simplemente Nube Roja. Mi mamá desconfiaba de los indios, como todo el mundo hacía en esa época, pero mi papá sentía un gran respeto por el laborioso y venerable Nube Roja. Nuestros vecinos, los Lang eran amigos de mi papá e íbamos todos juntos a la iglesia. Me enamoré de Julia Lang desde que la conocí, aunque no me atrevía a decirle nada.

A partir de los diez años comencé a desarrollar mis habilidades. Mi visión me permitía ver a una araña en el pasto a kilómetros de distancia, podía escuchar los latidos del corazón de una persona a más de tres cientos de metros de distancia. Pasaba los días en la escuela y observando a los insectos. En nuestros días libres jugaba con Rodney y Tim Nube Roja. Rodney estaba celoso de mí, pues siempre era el mejor en los deportes, en el estudio y el favorito de mis padres. A Grace le dolía mucho, ella era insegura y torpe y nosotros siempre encontrábamos algo con qué molestarla.

La primera fisura en nuestra idílica infancia ocurrió una mañana de verano, mientras jugaba en el plantío de maíz y agudicé el oído para escuchar la conversación que mi mamá sostenía con Dwayne, uno de los empleados negros. Mamá daba clases a los negros en una escuela cercana a la granja. Había estudiado literatura inglesa en Omaha y luchaba porque todos sus alumnos, y sus hijos, leyéramos a Shakespeare. No estaba hablando de Shakespeare con Dwayne, eso era obvio. Escuchar a mi madre hablando obscenidades con el criado me confundió. No podía decirle a nadie, pues la familia quedaría destrozada para siempre. Era muy joven para entender porqué estaba teniendo un amorío, pero la hipocresía comenzó a molestarme. Dejé de prestar atención en la Iglesia, pues si mamá podía mentirnos, ¿porqué no Dios?

A medida que experimentaba con mis habilidades me sentía cada vez peor. Por un tiempo pensé que estaba poseído por el diablo, como nuestro pastor siempre decía de los negros y los indios. No quería ser un negro, pues ellos siempre se van al infierno, pero al saber que mi mamá engañaba a mi padre con el criado, temía por su alma inmortal también. A los quince años se hizo obvio que yo era diferente, jamás me había enfermado, nunca me había raspado jugando y cuando tenía un accidente no me dejaba marca alguna. Mis papás se asustaron y me llevaron al médico, quien no detectó nada extraño, salvo un extraño caso de buena suerte.

Me sentía culpable cuando experimentaba con mis habilidades, pues estaba seguro que provenían del diablo. Mi racionalización era la siguiente: si mi mamá estaba teniendo un amorío con un negro, que Dios castigo para que se fueran al infierno, eso quería decir que mamá estaba condenada al infierno, y ya que el diablo tenía su alma ¿sería posible que el diablo tuviera también la mía?

Fingía estar enfermo continuamente, para tranquilizar a mi familia, y cuando me quedaba varios días en cama Tim me iba a visitar y me platicaba de Satree, la reservación india en la que vivía. Cierta ocasión me regaló un móvil que colgó del techo. Era un círculo en el cual había cuatro flechas formando con sus triangulares puntas una cruz.
- Mi papá me lo enseñó, es para curar a los enfermos.- Tim, el joven moreno con ojos rasgados y nariz aguileña me dio una réplica en miniatura para que la sostuviera en la mano.- La flecha norte simboliza sabiduría, la sur es inocencia, mirada hacia afuera, lejos o al futuro, y mirada hacia adentro, introspección o hacia el pasado.

Al día siguiente anuncié que me sentía bien y mis padres estaban más preocupados que nunca, creyendo que la medicina Lakota había funcionado. Ese día descubrí que podía levitar si pensaba en ello con la suficiente determinación como cuando uno piensa en aguantar la respiración bajo el agua. La criada Eloísa entró a la cocina mientras yo flotaba hacia el jarrón de galletas y se volvió loca. Mamá entró gritando y mandó lejos, no recuerdo a dónde, pero yo podía escuchar su discusión. Eloísa creía que mi nacimiento había sido especial, profetizado por el meteorito del ’38. Yo no sabía que hacía quince años había habido un meteorito.

A los 15 años me había vuelto rebelde, aunque lleno de terror por mi alma inmortal, y al comprender que me habían guardado información sobre un evento que podía explicar porqué tenía mis diabólicas habilidades, me enojé y me fui de la granja en bicicleta. Mamá estaba condenada al infierno por tener sexo con un negro y quizás su útero había estado maldito desde antes de que naciera.

Yesod
"Ocurra lo que ocurra, aún en el día más borrascoso, las horas y el tiempo pasan."

Todos en la reservación me veían raro, era un niño blanco descalzo en bicicleta buscando desesperadamente la casa de los Nube Roja. Había estado ahí en una ocasión en que papá llevó a Tim a su casa y yo le acompañé, pero me costó trabajo recordar qué calles habíamos tomado. Cuando finalmente encontré su casa el sabio Nube Roja no estaba, pero me encontré con Tim, quien de inmediato me hizo pasar y nos acomodamos en su salita.

No le dije lo que había pasado, en vez de eso le dije que me había peleado con mis papás y quería salir de ahí. Teníamos quince años y la rebeldía era natural en nosotros. Me invitó de las cervezas de su papá y hasta me mostró unos churros de marihuana que le había comprado a un vecino y escondía de su papá.

Cuando se hizo de noche llegó Julia Lang, que en ese entonces tenía dieciséis. Todos estaban preocupados por mí y Rodney le sugirió buscarme en la reservación. Le convencimos de que se quedara con nosotros a beber y fumar. Poco antes de la medianoche me quedé dormido en el sillón, mientras Tim y Julia seguían despiertos y jugando a las cartas.

Me levanté media hora después y ya no estaban, pero podía escucharlos en el cuarto de Tim, besándose y tocándose. Estaba furioso. Julia era mi chica perfecta y nunca creí que fuera una fácil. La puerta estaba cerrada con seguro, pero con todas mis fuerzas la golpeé y se vino abajo. Se separaron de inmediato y Julia buscó su playera para vestirse. Habían creído que era el viejo Nube Roja, pero al verme el rostro rojo de ira se asustaron aún más. Tim trató de calmarme y lo empujé con tal fuerza que salió volando de una punta de la habitación hacia la otra, chocando contra la pared y cayendo al suelo como un muñeco de trapo.

Me puse las sandalias de Tim y salí de la casa. Caminé sin rumbo, rabiando furioso y de vez en cuando golpeaba a los árboles, los cuales quedaban torcidos o al menos con la forma de mi puño. Nube Roja llamó mi atención, estaba regresando de trabajar y me invitó a dar un paseo.

Fue un paseo largo, pues caminamos de un lado a otro hasta el amanecer. Me habló sobre la juventud y el amor, sobre cómo Tim había estado enamorado de Julia por mucho tiempo, pero al ser indio Siux la familia de Julia nunca le dejaría acercársele. Traté de mostrarle que estaba furioso, pero mientras más rojo me ponía más sonreía el indio viejo. No me molestaba, pues sabía que me prestaba atención, pero no podía entender cómo alguien podía estar tan en paz mientras que yo estaba rabioso. El viejo era sabio y paternal y me hablaba distinto que el pastor. El pastor siempre me hablaba de Jesús, de cómo se murió por mi culpa y por mi bien, pero Nube Roja me mostró que todo lo que yo sentía en ese instante, él lo había sentido alguna vez.
- No olvides nunca Victor, el tiempo es un incendio que todo lo consume. Lo que hoy te hace enojar, lo olvidarás en unos años.
- ¿Años? Pero eso es mucho tiempo.- Nube Roja se rió y me habló sobre cómo los jóvenes creemos que el tiempo es lento, mientras que los adultos se dan cuenta que el tiempo es muy veloz.
- Te voy a contar algo que me enseñó mi abuelo, y que él recibió de su abuelo, y éste de su abuelo, y así hasta cuando el oso se lo enseñó al primer anciano. No se lo debes decir a nadie, sobre todo a los blancos, ¿me lo prometes?
- Te lo prometo Nube Roja.
- Muy bien.- Nos sentamos en el pasto mientras el sol nacía y luego de llenar sus pulmones con el aire fresco, comenzó su historia.- En las épocas del búfalo el sol y la luna vivían juntos, pero también había un coyote muy tramposo. Éste coyote engañó a la luna al decirle “mira al sol, él puede quemar con su luz. Sin duda, te quemará a ti también”. Le ofreció separarlos, de modo que la luna apareciera cuando no hay sol y estuviera segura. La luna aceptó y desde entonces viven separados, y sufren y se extrañan. Los demás espíritus no estaban felices con lo que el coyote había hecho, por lo que les permitieron unirse una vez en cada eclipse.
- Es una historia muy bonita.- La verdad no la había entendido en lo absoluto, pero Nube Roja había sido bueno conmigo.
- Lo que está separado siempre se une, tarde o temprano, pero depende del tiempo. Cada cosa tiene su tiempo, y si tienes paciencia, todo se cumplirá.
- Nube Roja, ¿es cierto que hubo un meteorito cuando yo nací?
- Sí, dejó un cráter vacío que tu padre y yo rellenamos. Nosotros los Lakota entendemos de las señales del cielo, a diferencia de la ignorancia de los blancos, y lo consideramos una profecía.
- ¿Y eso quiere decir que me iré al infierno?- Nube Roja se rió y se ofreció llevarme a casa.

Ya no creía que me iba a ir al infierno, por lo que les enseñé a mis papás de lo que era capaz de hacer. Me rogaron que jamás se lo mostrara a otra persona y que tuviera mucho cuidado, pues la gente teme a lo que no entiende. Yo entendía a qué se referían, le tenían miedo a los Lakota, por eso les pusieron en esa cárcel, pero en realidad no los entendían.

En el ’58 al salir de la preparatoria me tomé un año sabático para dedicarme a ayudar a mi papá con la granja. Podía levantar tractores o detectar plagas y trabajaba más que cualquiera de sus empleados, pues nunca me cansaba. Nube Roja se sentía orgulloso de mí y siempre me compartía de su comida mientras me hablaba sobre los Siux y las persecuciones del Hombre blanco. Mis papás se quejaban de que no quería volver a la iglesia, pero la verdad era que no entendía porque tenía que sentirme culpable de ser quien era, pues después de todo era trabajador y no lastimaba a los demás. Para evitar que me forzaran a ir a la iglesia entré al año siguiente a la Universidad de Omaha para estudiar periodismo.

Continuará...

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