Las sociedades tradicionales concebían a la Historia como una serie de ciclos involutivos. Es un fenómeno típicamente moderno el concebir la Historia como una línea recta siempre hacia el progreso y la utopía. La mentalidad antigua encontraba el fundamento de sus prácticas y creencias en el pasado mítico. El mito, siempre situado en un pasado fabuloso, era la directriz de las acciones.
El estado original divino no podía durar para siempre, por lo tanto las distintas civilizaciones trazaron, bajo múltiples nombres, los diversos ciclos donde la humanidad pasaría del paraíso perfecto hasta el caos más terrible, para volver a comenzar. La división hindú de eras, "yugas", contempla la degeneración del dharma (camino o Ley), la era del hierro, la era terrible y final, o mejor dicho, la última antes de volver a empezar se llama Kalii Yuga. El Yuga de Kali, la diosa de la destrucción/renovación.
¿Cómo es ésta era del hierro?, ¿qué define al Kali Yuga?
A mi parecer hay dos factores: El completo olvido del Ser, y el pensar el tiempo como velocidad. Expresado de manera más simple tengo aquí una lista:
1- Vivimos en una sociedad paradójica en la cual todo mundo tiene jefes, pero nadie es el jefe mayor. Es decir, no hay motor inmóvil. El burócrata responde a su jefe, éste al jefe de división, éste a su vez a un coordinador de divisiones que depende del jefe ejecutivo. La financiación de la empresa, o corporación, depende en gran parte de los accionistas, que es a quienes responde el jefe ejecutivo. Los accionistas, o bien trabajan en otras compañías, o son de casas de inversión que dependen al mismo tiempo de sus clientes o de las compañías en las que invierten dinero.
Incluso los reyes dependen en gran parte de sus primeros ministros. Los presidentes dependen, antes del electorado, de los grupos de poder, sean lobbys o sean partidos, quienes, o bien les pusieron en el poder, o bien se ven forzados a pactar con ellos para mantenenerse en el poder.
Hombres libres quedan pocos.
2- Se ha perdido la noción de lo sagrado a tal grado que incluso los monoteístas son incapaces de sentir aquella dimensión inexplorada y poderosa. Las batallas epistemológicas entre creyentes, agnósticos y ateos son espectáculos de circo. Es una batalla bizantina entre quienes defienden que existe una persona espiritual incorpórea y mágica, pero que no se le puede demostrar porque toda demostración depende de su existencia, luego quienes ni afirman que exista semejante persona incorpórea, ni la niegan tampoco, haciéndose pasar por cultos e informados, y los ateos que niegan semejante noción de persona incorpórea, pero que hacen depender sus argumentos del principio de no-contradicción, un principio que no pueden demostrar porque toda demostración depende de su existencia. Tan ciego el creyente como el ateo, ambos sostienen verdades invisibles que no pueden demostrar.
La discusión misma, antes incluso que la característica fundamentalmente sofística de aquella batalla, es un asunto bizantino. Si existe una persona incorpórea o no es completamente aparte de la dimensión de lo sagrado. Lo sagrado es algo en si mismo, su existencia no depende de la técnica humana, y como el Hombre se cree tan superior que con su técnica pueda subyugar a la Naturaleza, el Hombre moderno no es que haya conquistado lo sagrado a tal grado que pueda mercantilizarlo, por el contrario, se ha olvidado de su existencia por mera negligencia.
Los modernos no conocen lo sagrado, que implica eternidad, y por eso vive en el puro devenir. Todo en el mundo moderno, o post-moderno, debe ser inmediato, expedito. El Tiempo es velocidad, pues todo lo mantenemos medido en cuánto tiempo debe durar el recreo, el "time-off", los días de descanso, las películas, etc. Todo cuanto se vende buscar hacer todo más veloz, las computadoras tienen que ser tan rápidas que al mismo tiempo sea el usuario capaz de ver la ejecución de Saddam Hussein y escuchar el último disco de Madonna. No nos tomamos el tiempo de hacer las cosas, usamos el microondas en vez de invertir una hora para cocinar una sopa o un pedazo de carne. Cuando manejamos, o compramos un auto, buscamos que todo sea rápido, poco a poco olvidamos la capacidad de caminar las distancias.
3- La modernidad se regocija en la dictadura. Nos hemos dejado conquistar a tal grado que la enorme mayoría de la humanidad ha olvidado que la Libertad era el ideal más importante de las edades clásicas. El principio de gobernarse a si mismo y tener la oportunidad de votar para quitar todo el gobierno, no solo al títere en turno, se ha perdido por completo para fundamentar la farsa que es la democracia. En la democracia elegimos a un títere para que nos permita, en toda su benevolencia, disfrutar de ciertos privilegios que en realidad deberían ser derechos inalienables.
El sistema de crédito donde un banco puede prestar catorce veces la cantidad de dinero que tiene, forzando así al banco central a imprimir más billetes, y por ende causando que el dinero valga cada vez menos, es un sistema celebrado constantemente. En todas partes se ofrece crédito para comprar, pero la gente olvida que el crédito es deuda, y no riqueza. En EUA encarcelaron a un hombre por imprimir monedas de oro con las que mucha gente de su pueblo comenzaba a intercambiar. El Estado no permite que sus súbditos utilicen otra divisa, aún cuando ellos mismos quieran cambiar del dinero-crédito a dinero-oro. Hemos derivado al capitalismo de Estado, un capitalismo donde las corporaciones tienen más derechos que los individuos de carne y hueso, donde no es un libre mercado porque el Estado protege a algunos en detrimento de otros. El capitalismo de Estado es socialismo para los ricos.
4- Las escuelas obligatorias de disciplina. Enseñan desde temprana edad que para todo tiene que haber un horario, tarea, obedecer órdenes, desempeñar tareas inútiles y pensar todos igual. Defendemos esa dictadura como si la educación moderna fuese una herramienta para mejorar, cuando en realidad son campos de entrenamiento de los borregos.
Esas serían tan solo cuatro de muchas otras características del Kali Yuga. La era del hierro, donde hemos olvidado los tres valores fundamentales: Honor, Libertad, Fidelidad. En terminología thelémica Libertad, Vida, Luz y Amor. Hemos creado algo semejante a un imperio, pero no un imperio como asociación de Hombres Libres que luchan en conjunto por permanecer libres, sino al contrario, un imperio donde todos buscamos maneras de esclavizarnos más y más, bajo la falsa bandera del progreso. El anti-Imperio.
jueves, 1 de enero de 2009
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