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thelema en español: Filosofía del Poder IV El cómo del poder

jueves, 11 de diciembre de 2008

Filosofía del Poder IV El cómo del poder

Los griegos, los romanos, los egipcios, los nórdicos, los celtas, los sumerios, los hindués y los aztecas, vivían en una cosmovisión (salvo en etapas de degeneración) donde lo sagrado y lo vivo no se separaban. Ciertos espacios y ciertos tiempos estaban cargados de poder, por ejemplo la cima de las montañas eran lugares con la capacidad de infundir respeto a quienes les veían desde abajo, pero llenaban de increíble poder a quienes podían ascenderlas. Ejemplo sencillo de esto: Moises, símbolo perfecto de Aries, escala una montaña para recibir la Ley. Moises, una vez que regresa en posesión de la Ley entabla batalla mágicka con el toro de oro, símbolo de Tauro. Moises tiene aquí la misma connotación que las cabras, las cuales eran veneradas y temidas por su capacidad de vivir en las cimas de las montañas más altas y en los abismos más inhóspitos.

La capacidad de cambiar el Universo era parte del Universo. En otras palabras, la vida y la capacidad de causar cambios en conformidad con la Voluntad eran sinónimos. El dogma cristiano, y luego Islámico, de la barrera infranqueable entre lo sagrado y lo vivo necesariamente da fin a la idea clásica de la vida como Voluntad, o Voluntad de Poder si se prefiere. Bajo el dogma de la barrera infranqueable la vida es la sala de espera para subir al cielo, se necesita una segunda vida para poder vivir en lo sagrado. ¿Qué implicaciones tiene esto para el poder?

Para los griegos, por dar un ejemplo, la capacidad de invocar pensamientos y actos, o de evocar ideas y ánimos, provenía de la vida misma, o bien provenía del daimon de cada uno, esa alma que estaba en contacto con las musas y los dioses. Bajo la nueva cosmovisión cristiana la capacidad de causar proviene única y exclusivamente del único dios, una persona que es a la vez tres personas y que se manifestó en la Historia. En su manifestación dejó a un sucesor que, aunque no fuera un dios, sería su representante y línea directa. Éste a su vez tiene que formar una iglesia con obispos, cardenales, diáconos y sacerdotes. Estos a su vez tienen que iniciar o coronar a los reyes quienes, por último, delegan ese poder a los principes y duques.

Se trata de una larga cadena de intermediarios entre la fuente, la causa primera, y el resultado en el mundo. Ésta cadena es como un circuito, Dios funciona como un generador que transmite electricidad a través de un circuito de cables y mecanismos para finalmente operar sobre la tierra. Habría que añadir, por encima de la Iglesia, a los ángeles, arcángeles, potestades, querubines, tronos y demás formas angelicales.

Cuando se acabaron los césares romanos y se terminó la tradición de concebir al emperador como un dios se celebró como una victoria del humanismo, en realidad es su opuesto. Si el emperador fuese un dios la cadena no sería tan larga, y mientras más grande es la cadena más débil y retorcido es el efecto.


Sebastian Ohem 93 93/93

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