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thelema en español: ¿Qué hacer tras la muerte de Dios? Parte 2

viernes, 7 de noviembre de 2008

¿Qué hacer tras la muerte de Dios? Parte 2

Continuación de la primera parte:
Esta autarquía es la vez liberadora en tanto que, en primera instancia, el individuo se hace conciente de la enorme cantidad de actos nacidos, no de modo conciente y voluntario, sino inconcientemente, producto del “ello” o de causas exteriores, y, en segundo lugar, es capaz de controlar tales acciones, evitando lo más posible, como Heidegger diría el quedarse “absorto frente al Uno”. De este modo sus acciones son consecuencia de su Voluntad propia, y no consecuencia de la Voluntad de otro individuo o del “Uno”, es simbólicamente hablando “causa incausada”, por eso afirma Hadit que: “Estoy solo: No hay Dios donde yo soy”. El individuo se da a sí mismo un sentido, un propósito a su existencia, en vez de que categórica y arbitrariamente se le asigne uno.
Crowley rescata la visión del Hombre como microcosmos y su sistema de la Thelema busca que la Voluntad Verdadera se coloque en el centro de este cosmos, de modo que el Hombre se convierta en Rey de sí mismo. Se trata de una interiorización de aquella “visión heliocéntrica”, en vez de que la existencia esté dictada por los innumerables actos inconcientes y caprichos comunes, la existencia se ordena de forma tal que la Voluntad Verdadera se convierte en el Sol alrededor del cual giran los demás planetas.
La segunda sentencia fundamental “Todo Hombre y toda Mujer es una estrella” es una consecuencia lógica de la primera. Cada individuo posee tal pulsión radical, y cada individuo es capaz de manifestarla, por ende para Crowley, como para Nietzsche, la virtud es todo aquello que fortalezca la Voluntad, mientras que lo “malo” es todo aquello que se lo impide o restringe, por eso dice el Libro de la Ley: “La palabra de pecado es restricción”, de este modo, en la medida en que cada persona es capaz de manifestar su Voluntad Verdadera, reconoce a los demás como semejantes, pero no iguales pues así como cada Estrella tiene su órbita, así también el genio de cada individuo es único e intransferible.
Esta reinterpretación de la filosofía de Nietzsche asume a su vez la misma problemática ética, un replanteamiento de las categorías morales tradicionales de “justicia”, “virtud”, “igualdad”, “misericordia”, etc. Zaratustra exclama: “Mi idea de la justicia me dice que los hombres no son iguales… Si yo pensara así, ¿cómo iba a poder amar al superhombre?”, y no es sino bajo la perspectiva de la Thelema que se puede entender porqué los hombres no son iguales, y que el mero hecho de concebir que sí lo son impediría amar al superhombre.
Dado que la Voluntad Verdadera, si bien es originaria y anterior a todo acto o deseo, se encuentra “opacada” por los deseos y caprichos de la vida común, adquiridos por el medio exterior o por cuestiones psicológicas, entonces la libertad no puede ser sino en grados. En la medida en que el sujeto se conoce a sí mismo y conlleva la autarquía interior, coloca a la Voluntad Verdadera al centro de su microcosmos, se va haciendo más libre, y dado que no todas las personas son igualmente libres, entonces no existe la igualdad en el más extremo sentido de la palabra, es decir, como idénticos o igualmente valiosos. De este modo se evitan los penosos malentendidos de interpretaciones erróneas, tanto en la obra de Nietzsche como de Crowley, que conciben que esta desigualdad se remita a la esencia del sujeto, insostenible pues “todo Hombre y toda Mujer es una estrella”, sino que tiene que ver con su grado de libertad, o lo que es lo mismo, que tan impoluta es su Voluntad Verdadera.
La idea de “Justicia” de Zaratustra es la Naturaleza misma, en tanto que el Superhombre es, para él, quien “da sentido a la Tierra”, y dado que entre los Hombres hay superiores, quienes manifiestan de manera más perfecta su “Voluntad de crear y de devenir”, e inferiores, aquellos que la reprimen o viven una existencia inauténtica al quedarse “absortos frente al Uno” no siendo realmente individuos, la Naturaleza opera por sus propias fuerzas aplicando la “ley de la selva”. Una ética planteada así resulta en que aquellos que se han dominado a sí mismos merecen hacerlo, y quienes son incapaces, por la razón que sea, no merecen tender al superhombre.
Por eso aún cuando el Libro de la Ley dice “la Ley es para todos” a la vez mantiene que “los esclavos servirán”, no en el sentido literal de la expresión, sino que si verdaderamente son “esclavos”, es decir débiles de Voluntad y disciplina, entonces necesariamente serán herramientas, “cosificándose” en cierto sentido, se arrastrarán en las mareas del Uno, en vez de ser individuos.
La “misericordia”, “piedad” o “humanidad” no reside en imponer forzosamente que todos los seres humanos tengan necesariamente que ser iguales en forma más extrema, yendo contra la naturaleza misma, sino que se provean los medios necesarios para que cada Hombre y Mujer se de cuenta que es una Estrella, que pueden trascenderse a sí mismos. Ésta es la eliminación de los débiles, no mediante la violencia, sino abasteciendo de lo que es necesario para que cada vez haya menos débiles, menos “esclavos” en el mundo. Esto contrapuesto a la noción cristiana o socialista de la caridad, donde se permite a los débiles regodearse en su mediocridad, o en su nihilismo, con la falsa ilusión de que la “ley del más fuerte” se pueda detener o revertir.
Todos los experimentos por revertir o detener esta ley natural en la sociedad han resultado en el fracaso o en la mediocridad. Europa, y Occidente en general, ha estado bajo el yugo de la corrección política y la igualdad forzada típica del socialismo por demasiado tiempo, ha dado limosna a los alienados e incultos por tanto tiempo que éstos se sienten lo suficientemente seguros como para externar sus deseos de venganza sobre los demás, como es el caso de los atentados terroristas perpetrados por musulmanes que han transformado la adoración en violencia y el amor a su dios en terror sobre los demás.
La solución no se encuentra en ensalzar la debilidad, la mediocridad o el nihilismo, sino en su contrario, en amar al superhombre, como hace Zaratustra, proveer de una educación apropiada, necesidades básicas, de un ambiente pacífico, de un sistema económico que estimule a los ciudadanos, de manera en que se potencialicen las oportunidades para que se reduzca la debilidad y cada vez más sujetos se conviertan en individuos, y dejar así que la Naturaleza siga su curso, elimine por sus propias fuerzas a los débiles, seguramente mediante su autodestrucción personal o colectiva, y recoja a los suyos.
La Naturaleza lleva a cabo sus propias sublimaciones, los leones más viejos son derrotados por los más jóvenes, los antílopes más lentos son devorados, los ratones más torpes son atrapados por sus cazadores, y la Naturaleza no se compadece de ellos, no podría. La sublimación es el triunfo de la Voluntad, quienes logran ser individuos, aquellos que alcanzan su Verdadera Voluntad ciertamente lo merecen, pues la Naturaleza no regala nada, por eso dice el Libro de la Ley: “¡Cuidado entonces! ¡Ama a todos, no sea que acaso un Rey esté encubierto! ¿Eso crees? ¡Tonto! Si es un Rey, tú no puedes dañarlo”.
Es así como encontramos la inversión de los mitos fundamentales de Occidente. El capítulo tercero del Génesis se centra en que el pecado es comer la manzana del conocimiento del Bien y el Mal, la manzana es la experiencia de la posibilidad de la Nada, o del eterno retorno en el caso de Nietzsche, de su propia finitud o pequeñez, frente a ella los individuos pueden exaltarse o desmoronarse, el verdadero pecado está en 3:11: “Te oí andar por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo; por eso me escondí”. El Hombre se ve a si mismo “desnudo”, esto es, no como una obra ya concluida, sino abierta a infinitas posibilidades, pero siente vergüenza, de este pecado es culpable el nihilismo, que por su vergüenza imponen que la existencia es un absurdo sin sentido, implantan su pequeñez sobre los demás, exiliándose así del jardín del Edén, de esta estancia de los dioses, negándose a ellos mismos la oportunidad de convertirse en superhombres o de manifestar su Voluntad Verdadera.
Ahora el prisionero sale de la caverna, que simboliza el útero de su madre, o en otras palabras es arrojado al mundo, pero ya no está el Sol que le enceguece y alumbra a los entes con ser y sentido, sino que ha caído la noche estrellada parcialmente oscurecida por negros nubarrones. El prisionero debe ser capaz de ver más allá de aquellas nubes, que constituyen el nihilismo, y darse cuenta que cada Hombre y cada Mujer es una de esas estrellas, o que al menos pueden llegar a serlo. El nihilismo que oscurece la Tierra con sus desesperantes nubarrones no encuentran sentido pues lo ensombrecen ellos mismos, mientras que las estrellas, cada Estrella, posee una visión particular e irrepetible de ver el mundo, estando aún más arriba que las nubes. El día de Platón ha terminado, ha caído el Sol y se muestran las estrellas. La filosofía nace, según la exégesis tradicional, con Tales, quien contemplaba a las estrellas, y culmina ahora con Zaratustra, que es una estrella.
Es fundamental rescatar la noción de “justicia” de Zaratustra para comprender que el flujo de la visión heliocéntrica como afirmación, la negación en la forma del nihilismo y su superación en la forma de Zaratustra o la Thelema, no es un imperativo moral, no se trata de un “deber ser”, o siquiera que fuese “deseable”, en el sentido más puro de esta palabra, sino que la Naturaleza sigue su curso dialéctico de modo tan sencillo como el día se transforma en noche.
Para concluir solo faltaría exponer que es natural que de todo esto se siga una reinvención de la ironía, una “ironía existencial” si se gusta, pues la ironía es un desapego emocional para con el mundo que se manifiesta mediante el cinismo, la exageración o la creatividad, es por eso que Zaratustra mantiene que solo seguiría a un “dios que supiera bailar” o que Crowley dedicara varios ensayos al estudio de la gracia, pues una vez que el sujeto se hace individuo es capaz de desprenderse del Uno, esta libertad le permite un desapego para con lo que el “mundo” considera burdamente como “tragedia”. No hay mejor manera de refinar esta idea, y de terminar el presente ensayo, que recogiendo el poema “Onion peelings” de Aleister Crowley en el cual expone irónicamente esta verdad:

“The Universe is the Practical Joke of the General
at the Expense of the Particular, quoth FRATER PERDURABO, and laughed.
But those disciples nearest to him wept, seeing the Universal Sorrow.
Those next to them laughed, seeing the Universal Joke.
Below these certain disciples wept.
Then certain laughed.
Last came those that wept because they could not
see the Joke, and those that laughed lest they
should be thought not to see the Joke, and thought
it safe to act like FRATER PERDURABO.
But though FRATER PERDURABO laughed openly,
He also at the same time wept secretly;
and in Himself He neither laughed nor wept.
Nor did He mean what He said.”
Bibliografía:
Nietzsche, Friedrich, Así habló Zaratustra, Edimat Libros, traducido por Francisco Javier Carretero Moreno, España 1999
Crowley, Aleister, Liber Al Vel Legis, A.:.A.:. Publications, traducido por la Ordo Astrum Argentum, España 2005
Biblia de Jerusalén, Nihil Obstat Scheifler Amezaga, Jose Ramón, Editorial Porrua, México 1988
Crowley, Aleister, Book of Lies, Ordo Templis Orientalis, Estados Unidos 1992
93 93/93

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