Existe una metafora muy común para explicar la ley de Thelema. "Hacer tu Voluntad" es como si cada persona fuese una estrella y siguiera su propia órbita, lo que el thelemita desea es encontrar cuál es su órbita y transitarla, pues de lo contrario se encontrará con toda clase de problemas. La persona que ama la música pero que considera que no es bueno, prudente o socialmente aceptable el hacerse músico y que por lo tanto se vuelve un ingeniero frustrado, es una persona que no ha seguido su órbita. Esto naturalmente conduce a preguntarnos ¿no se trata de una forma de destino que tenemos trazado? La respuesta es doble, sí y no.
¿Qué es el destino? El ejemplo clásico del destino es el de Edipo Rey. Se le comunica la profecía, según la cual, habrá de matar a su padre y casarse con su madre y Edipo trata, por todos los medios, de evitar esa tragedia. Al final, Edipo termina matando a su padre y casándose con su madre, aún cuando trató de no hacerlo. Vemos en el destino una mano invisible que condujo a Edipo, pese a todos sus esfuerzos, a una meta determinada.
Es una ilusión óptica. No fue una mano invisible la que condujo a Edipo a matar a su padre y casarse con su madre, muy al contrario, fueron todos los esfuerzos de Edipo. Cada una de sus decisiones le llevó a esa meta.
El destino no es una mano invisible, el destino es el carácter de cada persona. Una persona codependiente que termina por ser alcohólico, aún cuando se resistió lo más posible, podrá creer que el Universo completo conspiró en su contra, pero en realidad fue su carácter codependiente el que le llevó a ese fin.
El carácter no es definitivo, podemos cambiarlo. Si nuestro carácter, aquella constante de comportamiento, nos determina hasta cierto punto, entonces habría que darle forma con estilo. Al menos así podremos forjar nuestro propio destino. Eso es Thelema.
Sebastian Ohem 93 93/93
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