Nuit simboliza el Universo (me remito a mi artículo sobre mi interpretación de la cosmología thelémica anteriormente expuesto), pero si bien Hadit es el núcleo de la estrella (del Sol), y es el centro de gravedad de todo el sistema estelar (como el sol ejercer fuerza de gravedad por sobre los demás planetas manteniéndolos en su órbita), o sea, como “nos creamos el mundo según lo que interpretamos de él”, es importante darnos cuenta que está “dormido”, “latente”, es una serpiente, pero enroscada, es necesario que levante la cabeza. Esto quiere decir que algo más ha tomado el lugar del Sol, como ya había explicado antes, debemos primero darnos cuenta de qué ha sido lo que tomó lugar del trono del reino de nuestra existencia, para que despierte Hadit (al amanecer, al Dorado Amanecer, y más obvio no pude ser para los que saben, ni más oscuro para los que ignoran), retome su lugar en el cosmos y se una a Hadit. Es más sencillo aún si lo vemos desde la siguiente perspectiva, si Hadit es el núcleo de la estrella, y cada estrella está en Nuit, en el cielo estrellado están las estrellas y el cielo estrellado está en ellas, Hadit en Nuit y Nuit en Hadit, este es el simbolismo de la frase que resume a la Gran Obra “Solve et Coagula”, la disolución en el infinito y el infinito manifiesto en un punto en particular.
Recomiendo ampliamente leer mi ensayo sobre la cosmología thelémica, pero expondré un breve resumen, para comprender a Geburah. Nuit son las infinitas posibilidades del futuro y del pasado, Hadit es el presente, es el punto o centro. Esto quiere decir lo siguiente: Nuit son las infinitas posibilidades del pasado, es decir, las infinitas maneras en que podemos interpretar, “asimilar”, las experiencias que nos han ocurrido o la Historia y contexto de donde estamos, y a la vez las infinitas posibilidades a futuro, todas las variables dispuestas para lo que podrá pasar mañana, en nuestra vida cotidiana, en el contexto histórico en el que nos desenvolvemos, etc. Hadit es el punto o centro en cuanto que, al ser el núcleo de cada estrella, es el presente, es lo que ocurre ahora y aquí, por eso el tomar conciencia de Hadit es tan difícil, pues el presente se diluye en el pasado y se abre al futuro.
Lo que soy en este instante no lo volveré a ser, pues lo que soy ahora es, en gran parte, lo que he interpretado de mis experiencias pasadas (esto abarca no solo mi infancia, sino lo que entendí o asimilé de lo que he leído, visto por televisión, estudiado, platicado, etc.), pero a la vez me compone en gran parte las expectativas que tengo a futuro, estoy “abierto al futuro” quiere decir no sólo que espero (o sea, que tengo “esperanzas”) que ocurra algo con mi existencia y en mi mundo personal, sino lo que podría pasar en el contexto en el cual me desenvuelvo (contexto histórico, el lugar en el que vivo, la escuela a la que atiendo, mi familia, mis amigos, mis estudios, mis escritos, etc,). Por ende, aquello que soy ahora es en gran parte pasado y en gran parte futuro, pero eso no quita el hecho de que exista un presente, soy (esto es, existo, no dejé de existir ni empezaré a existir más tarde, sino que en este instante, y en todos, soy), pero como gran parte de mi personalidad, fuerza de voluntad, intelecto, etc., se formó del pasado y del porvenir, la adquisición del presente es, además de necesario, extraordinariamente difícil de conseguir. En filosofía le podríamos llamar “fenomenología hermenéutica de mi ahora”, en ocultismo cabalístico diríamos “aplicar a Geburah en nuestro mundo interior”.
Es claro entonces que la unión entre Nuit, las infinitas posibilidades de existencia, pasado y porvenir, y Hadit, el presente, el núcleo de la estrella, es una boda alquímica del que se concibe a un Niño, este Niño es Ra-Hoor-Khuit. El misterio de la Trinidad thelémica.
Se requiere de la conciencia de Geburah para reconocer (o sea, para conocer y “hacer mío” o asimilar) al pasado, pero más importante y a la vez para apropiarse del presente, es una conciencia del dónde estoy, qué estoy haciendo, qué circunstancias inmediatas y mediatas me rodean, etc.
Dado que éste es el núcleo de mis meditaciones en torno a Geburah, vale la pena ahondar más en el párrafo. Vivimos ordinariamente en todas partes menos en el presente, nuestra mente se encuentra en el cómo estamos conduciendo, a dónde vamos a llegar y qué haremos ahí, en nuestros seres queridos, en cuánto los queremos y qué nos gustaría experimentar con ellos, en qué nos ha pasado en las horas pasadas, en cómo pudimos haber cambiado nuestro pasado y nuestras decisiones, en fin, en todas partes menos en el aquí y en el ahora.
Para ejemplificar, y ahondar en las “circunstancias inmediatas y mediatas”, en este instante estoy sentado en una posición en particular que implica que mis huesos, que constituyen un sistema altamente complejo, se encuentran dispuestos de una manera tal que estoy en una silla de manera italiana con un pie cruzado sobre el otro, más o menos erguido (como jorobado), con mis codos apoyados en la silla; en una habitación con X número de cosas, cada una de las cuales posee unas cualidades al tacto, vista y olfato particulares; habitación que forma parte de una casa de X dimensiones que tiene Y número de cuartos, cada uno habitado por Z número de objetos cada uno de los cuales tiene sus cualidades físicas y emotivas (o sea, como me “siento” frente a ellas, qué me revelan o qué me producen en el interior); la casa se sitúa en ciertas coordenadas en un cierta ciudad de cierto país de cierto número de habitantes, etc.
Estas no son sino las circunstancias inmediatas, entre las cuales me faltó decir por supuesto aquellas relativas al tiempo y al movimiento, quiénes más están en mi casa, en qué posiciones se encuentras dispuestos, qué hacen, qué desean y cómo manifiestan sus deseos; qué hora es, qué velocidad del viento hay en el exterior, qué tanto se mueven las hojas de los árboles, cuál es su textura; a qué velocidad late el corazón de mi gata “Selina” que está tirada en un sillón en una posición particular, en fin, infinitas circunstancias, posiciones, cualidades, músculos tensionados, deseos manifiestos o sin manifestar. También es recomendable enunciar las fuerzas físicas que nos mantienen en la posición en la que estamos, la gravedad, rotación de la Tierra, los campos electromagnéticos, las energías nucleares que mantienen a los átomos en su lugar, las proteínas, carbohidratos y demás elementos químicos en el cuerpo que me permiten estar despierto y conciente, en fin, todas esas fuerzas que influyen en el aquí y ahora.
Las circunstancias mediatas son aquellas que sirven de “puente” entre el pasado, el presente y el futuro, este “puente” es la causalidad, por ejemplo, estoy sentado ahora en esta posición, es decir, mis músculos, huesos y órganos (mientras más se profundice en esta conciencia del presente, mejor), se encuentran dispuestos de tal manera porque sucedió algo en el pasado (sea hace una hora o veinte años) que me trajo hasta aquí, las decisiones que tomé durante el día, el día anterior, y así hasta la infancia, las decisiones de mis padres y sus circunstancias, etc., etc., y a la vez, el porqué escribo esto porque espero tal o cual cosa a futuro, o porque vivimos por tal o cual razón (que es siempre a futuro, a lo que aún no se cumple). Tomar conciencia del presente, es decir, apropiarnos del momento presente, del aquí y del ahora, es también, en cierto nivel, y hasta cierto sentido, hacer propio, asimilar lo que nos trajo hasta este punto, esta encrucijada en el tiempo y espacio, o sea, el pasado y el futuro.
Lo importante a destacar en este ejemplo es que este ejercicio no se lleva a cabo en cada momento, aún si vivimos en cada momento (o sea, para ponerlo más claro, existo aún si cierro los ojos, no dejo de existir ahora y volveré a existir en el futuro, ni existo en el pasado), no tenemos casi nunca una conciencia de cada momento. También es importante destacar la infinitud del aquí y ahora, pues al escuchar la expresión “aquí y ahora” nos suena a los conceptos como “finito”, “limitado” o “delimitado”, pero es cuestión de perspectiva (reincido en la idea de la física de la relatividad aplicada a la existencia cotidiana), pues siendo Hadit el núcleo, el centro o punto, como “átomo”, cuando miramos el mundo (y por favor, cuando hablo de “mundo” me refiero a su sentido heideggeriano, no a la mera colección de entes ya dispuestos o manifiestos) desde la perspectiva de un átomo hasta el objeto más pequeño y mundano, como puede ser una silla, una mesa o una taza de café, nos parece enorme e infinitamente más grande, cuando describimos, o sea asimilamos, el momento presente en realidad estamos enumerando infinidad de circunstancias en espacio y tiempo. Esto es semejante a como cuando leemos sobre astronomía o nos maravillamos frente al cosmos, somos tan pequeños en relación al macrocosmos que parece que somos del tamaño de un átomo. Así Hadit, es un átomo, pero como el átomo, su poder o fuerza es atómica.
Este ejercicio de apropiarnos del momento presente debería realizarse diariamente, pero no quedarse como una mera práctica rutinaria, como cepillarnos los dientes o servirnos una taza de café caliente, sino que se debería de hacer constantemente. Aquí se destaca el tema de la “atención”, la atención es el esfuerzo de la conciencia sobre alguna cosa, cuando prestamos atención a una clase o a un libro, o a una charla o a lo que sea, nuestra conciencia ejerce su fuerza, su esfuerzo, sobre esta cosa, y como es natural, después de cierto tiempo se cansa y perdemos el hilo de la clase o pasamos a prestarle atención a otra cosa. ¿Cómo entonces podemos tener la suficiente fuerza mental como para prestar atención a las infinitas circunstancias presentes, mediatas o inmediatas, que componen lo que denominamos “presente”?, ¿es que tal fuerza no sería comparable con la fuerza de millones de bombas atómicas? Es cierto, sería comparable con millones de bombas de hidrógeno estallando a la vez, pero el Sol no es sino explosiones atómicas, y qué poderoso es el Sol, el Libro de la Ley nos ha revelado esta gran verdad, que todos somos una estrella, que poseemos en nuestro interior la misma fuerza que millones de bombas atómicas estallando al unísono. Es el cómo usar esa energía cuando el asunto se hace complejo.
La atención constante que se necesita tan solo es posible si comprendemos el significado profundo del arcano del Mago. Un libro que, como nota personal, recomiendo ampliamente, se llama “Meditations on the Tarot” de autor desconocido (aunque fue escrito en la década de los 60’s), que si aún si el autor es cristiano y toma una perspectiva católica es de gran profundidad y utilidad para cualquiera, cristiano o no, que desee recorrer los caminos del espíritu. En este arcano en particular expone un tema profundo y fascinante, bajo la expresión, aparentemente sencilla, de “hacer del trabajo un juego”. Esto quiere decir un poner atención sin esfuerzo, como si fuese tan cotidiano o normal como ponernos los pantalones por las mañanas, nadie pone gran atención y esfuerzo mental a lo que es rutinario, estas acciones no se hacen pesadas para el individuo pues éste las cumple casi mecánicamente. Lo que busca el arcano del Mago es extender el campo de lo que se hace sin complicaciones, o dicho de otro modo “de forma sencilla” (aunque el proceso en sí sea difícil o complejo, como al ponernos los pantalones interviene gran cantidad de músculos, el centro de gravedad, el peso del cuerpo e infinitas circunstancias) a todos los asuntos humanos, en particular a la adquisición del momento presente.
Una manera práctica para cualquier interesado en este asunto es el de meditar, al principio una o dos veces al día, en algún momento de calma, sobre el momento presente, repasar mentalmente, mientras se coloca en su “Asana” (en alguna posición cómoda en la que pueda estar por largos períodos de tiempo sin que su mente se abarrote con ideas y formulaciones de la incomodidad de su cuerpo), eliminando de la mente todos los pensamientos (práctica que, en sí misma, requiere de gran dedicación antes de cualquier otra práctica), y una vez que el cuerpo y mente se encuentran en paz puede proceder a, no sólo describir mentalmente, a la manera de crónica o listado, su momento presente y sus circunstancias, sino a “sentirlas” lo más posible, o imaginar (o recordar) la textura de cada cosa, su olor, su forma, color y dimensiones, etc. Ésta adquisición debe incluir tantos más objetos o circunstancias (si se presta atención a Heidegger y a la filosofía expuesta en los ensayos previamente citados se encontrará que no hay “objeto puro” solo circunstancia, es decir, solo lo que interpretamos de lo que nos “sale al encuentro”, con lo que nos topamos), como sea posible. Una vez que tales meditaciones se puedan prolongar por períodos de tiempo que, comúnmente, no se podría (de por si mantener una sola posición y la mente en paz por grandes períodos ya es un logro considerable), entonces se debe proseguir a hacer estas meditaciones un mayor número de veces durante el día.
El objetivo final es, por supuesto, la Gran Obra, “Solve et Coagula”, la santidad, beatitud, iluminación, genio, o como se le quiera llamar, pero es ampliamente recomendado, desde el sujeto espiritual hasta el más mundano, que intente tener tantos momentos de adquisición como sean posibles. Si el sujeto es iniciado o posee conocimientos en la cábala, es útil que vaya “archivando” cada infinito de circunstancias en el árbol de la Vida, el resultado es ampliamente gratificante en todas las dimensiones de la existencia humana, de la más pueril y pragmática, hasta las dimensiones más sublimes y “divinas”.
La duda podrá volver a nacer, ¿qué tiene esto que ver Geburah? Todo si se ha prestado atención. Dado que Geburah es la severidad, es el rector, el que impone la dirección, Geburah es la “esfera” (retomando el sentido que se le dio inicialmente) que pone orden a la conciencia para que no viva constantemente en el antes o en el futuro, en la memoria o en la imaginación (que la conciencia no divague demasiado a escenarios que nos gustaría experimentar, o sea, que no soñemos tanto que parezca que no estamos mas que físicamente presentes pero espiritualmente ausentes), sino que ponga atención a lo que hace en el aquí y ahora, que haga suyo al infinito que es el momento presente.
Si a alguien le sirve el asimilar lo que lee mediante imágenes puede crearse la imagen de Geburah como un rey férreo, estricto y decidido que decide (disculpen el pleonasmo) por sobre su reino (el “reino” es nuestra existencia, de lo más cotidiano a lo más sublime), es Geburah el rey que decide si la imaginación nos ocupa y entretiene mientras nos lavamos los dientes o si la conciencia ha de prestar suma atención a cada detalle del momento, de la textura hasta el color, sabor, circunstancias, etc., de nuestras acciones y ambiente. Con el afán de ilustrar más la idea, supongamos que Geburah está sentado en su trono sosteniendo con la derecha una espada (o sea, que es decidido e implacable) y con la izquierda una cetro (o sea, que es él quien da las órdenes), en el salón real se sienta en su trono de oro y ocupa la corona, mientras que frente a él e hincados a cada momento se presenta la gran corte de la conciencia, cada miembro de la corte elegantemente vestidos pero a la espera de la decisión del rey. Está ahí la imaginación, la conciencia, los pensamientos sobre nuestros seres queridos, sobre los temas que nos gustan o entretienen, están también las decisiones a corto plazo, las de mediano y largo plazo, se encuentran en la corte igualmente las aspiraciones que nos motivan, los rencores y recuerdos indeseables que nos lastimaron, etc., y el Rey decide quién tiene su momento para hablar, mientras que todos los demás deben guardar silencio. El Rey, por supuesto, decide en base a un plan general de lo que resulta deseable, este plan es siempre la Gran Obra, el disolverse en el infinito y manifestar el infinito en un punto, el reino está, por decirlo así, en esperas de la boda alquímica entre el emperador Hadit y la emperatriz Nuit, quienes están por encima del Rey Geburah.
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